La pista fatal

Una jeringa hipodérmica fue la prueba definitiva de los crímenes

S.G.L., había sido internada debido a un problema con su patología crónica en los primeros días de marzo, internada en la unidad de cuidados intermedios, los médicos constataron que había tenido una mejoría lo suficientemente adecuada como para darle el alta.

El lunes la mujer podría irse a su casa, y los familiares habían coordinado para pasarla a buscar.

Descompensación fatal

El lunes, cuando los familiares pensaban retirar a la anciana, ésta volvió a descompensarse, ante la sorpresa de los médicos que buscaban una causa que no lograban detectar para que la señora hubiera empeorado. Fue estabilizada, pero algo más tarde recayó nuevamente, y falleció.

Los médicos suponian que el corazón podia haberle fallado. Los funcionarios policiales de Crimen Organizado, que estaban sobre la pista del caso, sospecharon del caso, ordenaron realizar una autopsia e inspeccionar el sitio de internación.

Allí surgió la primera certeza, cuando apareció en la sala donde estaba internada la mujer, una jeringa con rastros de sangre, que el análisis mostró era de la paciente: los médicos declararon no haber ordenado administrar ningún inyectable.

Más aún la jeringuilla no era de las usadas en el hospital, por lo que había ingresado de fuera; la investigación permitió detectar que las jeringas eran las que el importador entregaba en la Sociedad Española.

En el examen de sangre a la occisa, se detectó lidocaína, un calmante que puede ocasionar la muerte en determinadas concentraciones.

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